1.17.2011

Quejas

Creo que después de las navidades (pocas posadas, muchas cenas copiosas y sin fin de comidas fuera y hamburguesas y tacos de chon) subí como cinco kilos creo, en realidad no sé cuantos, por la tarde voy con el nutriólogo. Lo raro es que mis pantalones de vestir talla nueve comienzan a apretarme pero los de mezclilla talla cinco me quedan bien. Raro.
Ya tengo tiempo libre pero solo he cocinado unas gelatinas raras y no he hecho nada por el jardín. Se me acaba el tiempo para trasplantar los bulbos de las azucenas y ya casi llega el mes de la poda del rosal. Mi enredadera pereció a boca de las hormigas del vecino que tiene como dos años sin aparecerse por su casa.
Compre una tostadora de pan que no estaba presupuestada… soy pésima con las finanzas.
Porque será que el señor le da chorro mil hijos a los humanos que no los cuidan.
Porque rayos la segunda temporada de The walking dead comienza hasta noviembre…

1.06.2011

Preservar la especie

Mil siglos atrás, cuando contaba apenas unas cuantas primaveras, los santos Reyes me traían muchas muñecas y juegos de té diminutos, además de un vasto surtido de chocolates y galletas. A la vuelta de un mes, las tazas, teteras y demás estaban ya extraviadas, la muñeca había perecido a manos de mi primo el menor, en ese afán suyo de destazar todo lo desconocido y claro, los chocolates fueron devorador por mi eterna compañera: la solitaria. Así que, ya por febrero, jugaba a la casita con todos mis primos, yo era la mamá y todos ellos mis pequeños hijos, si el día era frio decidía que debían tomar medicina para la enfermedad he improvisa algún brebaje sabor limón o uva de polvo, si por azares del destino el día era soleado y bello, improvisaba un bello pastel de lodo y se los daba a comer. Literalmente. Esos fueron mis entrenamientos de mamá: alguna vez los envié a todos al hospital y les cultive una encantadora fauna en la panza.
Quizás por eso siempre pensé que eso de ser madre no estaba implícito en mis genes, pero, un buen día, hace como seis años, soñé que tenía una hija, diminuta y hermosa beba. En mi sueño dormía con ella, muy felices y juntitas. Cuando desperté, lo primero que hice fue buscar mi bodoque rosado (¿Quién dice que no soñamos a colores?) pero no estaba. Lloré, lloré mucho. Acorde a la tradición familiar el sueño aquel era premonición, aquel bebe de mis sueños llego a mí pero solo estuvo de visita en mi panza por un par de semanas. La supe real por un par de horas, y en algún momento del trayecto al hospital, toque mi vientre y le dije; si estás ahí hija, agárrate bien porque he decidido que te quiero. Creo que era un niño, porque no me hizo caso y decidió marcharse, o quizás no luche lo suficiente. A veces las premoniciones fallan.
Desde entonces, y ahora sé que para siempre, pienso en él cada día, reprimo las ganas de enviarle globos en día de reyes y me imagino que mi abuela y su abuelo lo mecen plácidamente en algún lugar donde son felices, Lo extraño, tanto como es posible extrañar a alguien a quien nunca se tuvo en brazos.
Supongo que soy una mamá reprimida. Quiero un hijo, pero el fantasma de no ser capaz de retenerlos me detiene. Le digo al mundo y a quién pregunte que no quiero uno, que son difíciles de criar y caros, que aun tengo muchos planes. Pero la verdad es que me muero de miedo de decir en voz alta que quiero tener un frijol en la panza, y ponerme inmensa de gorda y después regalarle encantada mi tiempo y todo él amor y las enseñanzas que su hermano sembró en mi. Sé que en algún lugar mi pequeño espera a que yo esté lista, las almas jóvenes son mas sabias, aun no está en camino pero es un bebe esperado y deseado desde hace años. Estoy pensando seriamente en llamarlo en serio, en voz alta.