3.05.2006

Muchas veces mi profesor de filosofía dijo ante una poca concurrida audiencia de adolescentes “A veces la ignorancia es la felicidad” o en otras palabras: el conocimiento puede acarrarnos infelicidad. En ese entonces yo pensé que era una soberana tontería. Ahora no estoy tan segura de ello. Mi centro de esclavitud esta plagado de jovencitas alegres, joviales, lindas y tan simples: su felicidad esta sujeta a gustos tan desprovistos de complicación que resulta absurdo, para ellas es tema de conversación y fiesta el próximo baile de pueblo al que asistirán con la ropa nueva que su pago semanal pagará, el siguiente logro en su vida es conseguir novio o irse a vivir con el que ya tiene. Y eso las hace tan felices, no esperan otra cosas de la vida, todas ellas apenas y tienen educaron básica y probablemente mas del ochenta por ciento jamás se ha leído un libro además de los de la escuela. Ellas van trabajan, ríen y dejan pasar su vida es espera de un cómodo termino como amas de casa felices madres. Y ¡son felices!.

A mí, con todo y la soberbia de que voy a hacer gala, eso me parece una vida sumamente pobre: no concibo una vida sin mayor aspiración que seguir un camino ya establecido sin ningún crecimiento intelectual, espiritual… siendo la misma persona siempre. No es que diga que la vida sencilla de un ama de casa no sea grata, solo digo que a mi no me lo parece.

Tal vez sea que esas señoritas desconocen la cantidad de posibilidades que podrían explotar y lo mucho que una persona puede alcanzar. Curiosamente yo que lo sé me paso el día pensando en las infinitas posibilidades que estoy perdiendo…

Ellas desconocen y son felices y yo que lo sé ni siquiera puedo encontrar la paz.

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