El día comenzó divinamente; me levante temprano lave, vi. en TV la magnifica gala de patinaje artístico y me cautivo Plushenko flotando en el hielo al compás de un interprete de violín que maravillo con las notas de su stradivarius. Después visita a la abuela, hacer el cambio de la diálisis. Y un divino rato alimentando a Lupita, mi prima de dos meses de nacida que maravilla a todos con sus balbuceos y monadas. En eso estaba cuando un ruido metálico y seco me hizo salir al patio para convertirme en la malvada prima mayor que reprende a todos por jugar con fragmentos de un riel de tren a “las pesas”; ¡Qué no piensas que se pueden partir la cabeza, tengan mas cuidado! Eso fue lo que les dije después de deshacerme del artefacto amenazante, los cinco chiquillos se fuero a entretenerse con algo más, yo volví al cuarto con la abuela, la novia (que esta bien embarazada), la mama de Lupe y mi madre. No bien me había inmiscuido en la plática cuando mi hermano entra diciendo a gritos;
-¡¡ Isrrael se pego en la cabeza y le sale sangre!!
Me levante con la calma del mundo, pues los niños suelen exagerar. En el patio encontré a un niño de ocho años con la mano en la frente y la cara bañada en sangre, al igual que la camisa blanca del uniforme escolar. Les dije a los demás niños que se callarán pues asustarían más al herido. La fuente de la sangre era una abertura en la frente de más o menos cinco centímetros y de profundidad considerable. Lo senté en algún lugar, pedí agua hervida y le limpie la cara y los alrededores de la herida con una gasa, después la sangre cesó y pude cubrir con una gasa la zona, mientras mi hermana iba en busca de un médico. No dimos con un médico cercano y como la madre del niño tampoco estaba, me fui en compañía de la mamá de Lupe al centro medico mas cercano donde nos atendió una doctora divina a la que ayude en los pormenores de la curación; lo usual (que yo nunca ates había presenciado) lavar, desinfectar y cocer. Pude ver la carne viva del niño y la profunda herida aquella. La doctora anestesió y dio el primer punto entre un enredo de hilo y una pequeña aguja curva, el niño estaba calmado y yo me recargué en la puerta, el siguiente punto y mi tía dijo:
-Me tiemblan los pies
-Tía no veas, mira mejor voltea hacia otro lado
El tercer punto y al parecer casi terminábamos. Un punto más y el niño comenzó a quejarse. La doctora tiró del hilo para asegurar el punto y un poco de sangre comenzó a brotar de nuevo, yo pensé que ser médico no era tan difícil. Un tirón más para cortar el hilo, más sangre y el llanto de mi primo. Cerré los ojos pues de verdad era lastimoso el llanto y adivine que eso debía doler. Entonces un mareo recorrió mi cabeza y me lleve una mano ala frente mientras me sostenía de la puerta, el mareo era extraño, como si estuviera flotando.
Lo siguiente que recuerdo es a un joven diciéndome
-Se siente bien señora (ja señora!!)
¿Bien?, o sea ¿Cómo que bien? Entonces me di cuenta que estaba yo tendida en el suelo, mi tía me veía aterrada y el hombre me sostenía la cabeza.
¡Me desmaye! Solo atine a reírme y a disculparme con mi tía por el susto que acababa de regalarle. Para ese momento el niño ya tenia la cabeza vendada y ocho puntos cerraron su herida. Yo me quede tendida en el piso por cinco minutos más hasta que me dejaron levantarme. Me preguntaron mil veces si estaba bien; yo solo estaba muy apenada y con unas tremendas ganas de reírme.
1 comentario:
No pude menos que reirme un poco al final. La historia del trancazo ya me la habías contado, pero definitivamente el desmayo le da un toque especial.
Estuve esta noche aguardando, y entendí (o me autoconvencí) que lo que Juan de la Cruz quiso decir con eso de "la ausente presencia". Y creo que me sienta bien extrañarte como lo hago...
Un beso y Dios quiera que no vuelvas a ver una cosida de 8 puntadas :)
Publicar un comentario