6.07.2006

Ante una foto

Esta foto fue tomada hace poco mas de 18 años. Una tarde de verano en el zoológico de Chapultepec, a donde fuimos porque yo pase meses insistiendo en que quería conocer al "osito de panda" que tan de moda estaba en aquel entonces, pues nació en cautiverio para deleite de muchos y orgullo de otros cuando yo tenia algo así como 3 años.

La foto me gusta porque parecía tan felizy ajena ; como cualquier niño atolondrado por el paseo. Apenas y tengo vagos recuerdos de aquel viaje en tren hasta la capital, dice mi mamá que todo el tiempo estuve en brazos de las tías agobiada por una calentura considerable pero normal en mi, dada mi condición de niña sietemesina y consentida. Aquel viaje fue para la familia como un reencuentro después de la muerte del abuelo, después de dos duros años de peleas con el banco y los otros familiares; después de tanto, al fin ese día fue de mera felicidad. Ya para entonces yo hablaba hasta por los codos, inventaba historias y me pagan 100 pesos de aquel entonces por contarles alguna mentira larga y cantar "mimoso ratón". Como la familia de la capital no conocía mi repertorio las funciones de aquella tarde alcanzaron para comprar mis antenas de mariposa; imagino que esa tarde fui verdaderamente feliz.

Rescate esa foto, junto con algunas otras, de cierto viejo baúl de mamá, no fueron muchas pues hay pocas fotos de mi cuando era niña, por aquel entonces mi llegada no era algo de celebrar, quizás por eso todas las impresiones me parecen lejanas y ajenas. Al mirarme tan feliz no puedo dejar de preguntarme en que momento perdí la sonrisa, en que vuelta del destino la inocencia y dónde la felicidad...

Se de sobra que los niños suelen crecer para volverse adultos y que durante el proceso varias cosas se pierden en el camino, pero ahora, miro esa foto justo para evocar a una niña feliz que ya no recuerdo, entonces miro al espejo y me encuentro a mi misma: con la mirada melancólica y el alma esquiva. ¿Qué pensaría de mi esa niña del vestido azul? Posiblemente detestaría mi cabello porque siempre soñó con tener la cabellera rizada de su abuela e indudablemente pensaría que soy fea, porque de niña pasaba algunas horas frente al espejo soñando con el tiempo en que mis ojos se volverían grandes y de un hermoso color verde, me levantaba por las mañanas con la certeza de que ya era un poco mas güera. Sin duda a esa niña no le gustaría mi vida porque se soñaba maestra y casada con un apuesto concertista de violín o piano. Seguramente rompería en llanto al ver mi rebelde cabellera negra desprovista de rizos y mis ojos pequeños y negros como de capulín, y si supiera que los pocos hombres que han pasado por mi vida distan muchísimo de ser apuestos no me perdonaría ni al explicarle que el que no es inteligente es bueno o ambas cosas y que todos tocan la guitarra...

Y ya ni hablar si se enterara que deje de hablar con Isabel...

Posiblemente si aquella niña pudiera verme ahora desearía perderse en el mercado o no volver de una de aquellas huidas intempestivas que intento tantas veces y siempre terminaron mal. Afortunadamente para ella no pudo saber de mi nunca y podrá continuar por siempre feliz; con su vestido azul y sus antenas de mariposa. Y desafortunadamente para mi, tendré que conformarme mirando su vestido azul y envidiando la perfecta paz de su vida dichosa.

2 comentarios:

Otilio Herrera dijo...

Sabes pequeña señorita, tu foto me ha hecho recordar mucho. Obviamente no estuvimos juntos de chiquitos :D Me refiero más bien al tiempo de nuestra infancia.

A mí me gusta mucho la canción de Cuánto gané, cuánto perdí, de Pablo Milanés... es genial el compadre y la rola está chidísima.

Quizá miramos al pasado tratando de encontrar aquello que perdimos, también será que intentamos rememorar lo que tenemos y lo mucho que costó ser nosotros mismos.

Gracias por la foto, el compartir... Ya te extrañaba. Amiga

Acho dijo...

Yo también los extraño, y extraño muchas cosas de mis tiempos en que era vago. Ahora me veo practicando a ser adulto y es sencillamente horrible.

Pero en el fondo vive siempre el niño rebelde que me acompañará hasta el final de mis días.

Saludos de un felino estresado y nos encontramos oportunamente.