7.07.2006

El tiempo pasa como se le da la gana

Llegue a casa de mi abuela con Emiliana al hombro, la chamarra en un brazo y muy pocos ánimos de saber nada más, la cosas fue que mi mamá estaba allí y yo olvide las llaves de mi casa. Al entrar me sorprendió ver la casa llena de niños y adolescentes, en realidad solo eran 10 de los 25 nietos de mi abuela, sonreí apenas sin darme cuenta y Christrian, mejor conocido por la familia como “cochecito” me dijo con esa chispa de inocencia que extrañamente conserva a sus 15 años –Bola, ¿no juegas?- .Hace años que nadie me llamaba así y la verdad es que no me molesto, entonces advertí el avión dibujado con gis sobre el piso del patio, supe porque todos estaban congregados allí. Decline la invitación alegando que tenía hambre, un “ayyy Thaly” entonado por un montón de vocecilla de todas las edad me hizo recordar que hace años, no tantos, mis primos y yo solíamos jugar al avión, solo que en ese entonces el piso de la casa era de tierra y para lograr pintar la simétrica figura- sobre la que brincaríamos cono autenticas ranas- requeríamos mojar completamente el piso y confeccionar los elementos necesarios para marcar el avance, generalmente había que refinar piedras o aplastar corcho latas metálicas, en aquel entonces Mane, Omar, Dany y yo , al final del juego, o aun antes de él, éramos reprendidos severamente por mi abuela; ¡porque no la habíamos invitamos a jugar!, de modo que generalmente la partida terminaba con una derrota de los nietos ante su abuela; calculo que por aquel entonces mi mima tenia algo así como 55 años y derrotaba a niños de entre 8 y 12 años....

El tiempo paso como se le dio la gana y ahora la abuela se recupera lentamente de una enfermedad que le mantiene en cama, Daniel, el mayor de mis primos trabaja casi todo el día tratando de ahorrar lo suficiente para su boda, yo casi no visito la casa de la abuela por mil malos pretextos, Mane esta de ilegal en los estados unidos y regresara solo cuando su casa este terminada pues planea volver para casarse y Omar, Omar es un jovenzuelo de apenas 18 años que vuela de novia en novia y quiero comprar un coche. En la reunión de ayer ninguno de nosotros jugo al avión, porque nuestras vidas nos llevaron a volar muy lejos uno de otro y quizás nos separemos aun más, aunque siempre nos unan esos extraños lazos que me hacen sentir siento recelo ante sus novias y a ellos interrogarme acerca de los “tipos” que me frecuentan.

La risa de los niños que jugaban en el patio me hizo recordar que la vida nunca se detiene, ya no era el mismo grupo de antes, pero el juego no se quedo sin participantes. Desistí de unirme al juego pues comprendí que ya no es mi tiempo, que la vida dejo detrás los juegos y la despreocupación para suplirse por esa antaño añorada vida adulta, los juegos aquellos en que yo era la mamá de todos y Mane el papa –yo la mamá por ser la mayor de las primas y mane el papá por ser el mas guapo de todos- están ahora cerca de la realidad, pues quizás a la vuelta de cinco o diez años los que pinten el avión para jugar sean nuestros hijos y quienes les ganen la partida nuestros padres. El tiempo será cómplice para que la vida pase como le venga en gana y quizás en ese futuro ya no este la abuela y ya nadie recuerde como jugar al “avion”....

3 comentarios:

Otilio Herrera dijo...
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Otilio Herrera dijo...

Cancelado por reparaciones técnicas.... jajajajaja

Dice el gaucho de la pampa donde comencé a cantar...

El avión permanecerá para que los hijos lleguen a disfrutarlo. Porque donde hay amor, hay felicidad y risa; hay juego y canto porque nada sino eso nos puede traer a la mente tan buenas y felices experiencias.

Donde hay esa risa, la inconciencia infantil es capaz de alegrar a quienes, muy concientes, sabemos que hay más de un problema en la familia.

Pero sobre todo, la infancia nunca debe irse, no debemos dejar que se aleje. Después de todo, ¿cómo si no siendo niña era que tu mima ganaba cada partida?, ¿eh?

Lia dijo...

Gracias... por todo