7.11.2006

¡Solo cristal!

Con sumo cuidado tomaba cada uno de los trastes y aun con mas delicadeza eran depositados en su correspondiente lugar: los platos en el estante pequeño con la cara hacia abajo, las cucharas separadas de tenedores y cuchillos en el cajón de los cubiertos. Encaramada en un pequeño banco apenas alcanzaba la estatura para poner en la mas alta de las repisas los vasos; esa era la parte difícil, pues los de cristal debían ir al fondo y necesitaban de mucho mas cuidado, regularmente la peligrosa operación resultaba exitosa, pero no siempre. A veces alguna de las piezas de cristal tenia restos de agua, no las toma como era debido, las platicas con Isabel me distraían de mas o mi mente ya volaba por algún mundo alternativo, entonces podía ver, casi en cámara lenta, como descendía lentamente la pieza de cristal directo al suelo, mis mejores esfuerzos telepáticos nunca fueron suficientes para detener la caída e inevitablemente se escuchaba el inconfundible sonido del vaso estrellándose contra el suelo y volviéndose mil pedazos, el miedo comenzaba cuando mi mano soltaba el vaso, llegaba a la cabeza y descendía lentamente por mi medula, juro que podía sentirlo, entonces esperaba a que algo pasará, que la tierra se abriera y el infierno me trabase por mala niña, que los cielos enviaran su castigo o peor aun ¡que mi mamá se diera cuanta!. Siempre pasaba lo peor, y es que mi mamá tiene un radar especial para captar el sonido de cualquier pieza de su loza rompiéndose en pedazos, cuando por alguna razón no había gritos o intempestivas amenazas, corría al patio y cual asesina de la peor clase enterraba el cadáver con el mismo cuidado que debió evitar el descenso. Era en verdad una experiencia escalofriante.

Romper un vaso era una de las cosas que mas te aterraban de niña, no se cómo se anido ese temor a mi subconsciente: tal vez fue alguna palmada en las manos, una buena reprimenda por alguna pieza consentida de mamá o el simple sentimiento de haber fallado, sea cual fuera la causa conserve el miedo durante años. Hasta hace poco, al dejar caer un vaso inmediatamente volteaba a ver quien me veía, cual delincuente en fuga respiraba hondo y en vista de que no aparecían los jueces ocultaba las pruebas del delito.

Comencé a librarme del trauma hace poco: un día comprendí que era solo cristal. Ignoro cuando cueste un vaso pero deben ser apenas unos cuantos pesos, me di cuenta que jamás el cielo me trago y nunca el mundo se termino por un vaso roto. Es curioso como aquellas cosa que aprendemos a temer de niños marcan el resto de nuestras vidas y sin embargo, las cosas que realmente merecerían el cuidado de un vaso de cristal son tratadas con descuido y a menudo nos acarrean mucho mas problemas que un simple vaso roto, aunque deberíamos aprender también a minimizar algunas otras circunstancial del mismo modo que yo aprendí el gusto de romper un vaso. Me libre del miedo cierta vez que casi me voy de bruces por detener la caída de una hermosa pieza de cristal azul, entonces me di cuenta que había en la repisa al menos 6 idénticos al que sostenía, en un impulso rápido de desafío y curiosidad arroje el vaso contra la pared y entonces, en lugar de soltarme a llorar me sentí satisfecha, es verdad que mi madre llego a la cocina, pero no dijo nada, se limito a sonreír pues no era para ella sorpresa la gala de mi considerable despiste.

No paso nada, nada. Si un simple vaso se rompe, nada pasa. No pasa nada por fallar o por equivocarnos de vez en cuando, me di cuenta entonces que de la misma manera que me asusta romper vasos me intimidan muchas otras cosas, me da miedo salir lastimada, me da miedo decir adiós, me da miedo tomar decisiones complicadas, me da miedo perder el rumbo, me intimida no decir lo correcto, me intimida perder mis sueños, en fin me intimidan tantas y tantas cosas: ¡las mismas cosas que a toda la humanidad!

¡Quién en su vida no ha roto un vaso!, quien en su vida no se ha equivocado alguna vez y no teme vivir, cuando vivir cuesta tanto, cuando las cosas parecen pedir tanta cautela que apenas y se pueden disfrutar. Desde aquel día aprendí a reprenderme a mi misma con una sencilla frase cada vez que el miedo parece estar a punto de paralizarme: ¡es solo cristal! Porque después de todo, los fracasos se olvidan y la vida sigue, nada que podamos hacer nosotros mismos logra que los infiernos se abran o el cielo se cierre. Aun cuando duele demasiado las cosas son solo cristal y dejarlas caer a veces resulta liberador. Nadie puede cargar el peso del mundo sobre sus hombros y nadie fue a la cárcel nunca por romper un vaso. Mi celular se murió y hoy perdí el reloj de mamá, pero sigue siendo solo cristal. Hoy no se como continuar mi vida, pero es solo un crucero mas del camino y tal ves solo necesite romper seis piezas hermosas de cristal azul para relajarme un poco y seguir adelante, ¡ es solo cristal!, aunque a veces, al intentar unir de nuevo los incontables fragmentos puede que no se obtenga de nuevo la hermosa pieza original…

2 comentarios:

Otilio Herrera dijo...

... [...] no lo tenemos que atar, que cuando [...] que atar... yo me sigo riendo.

Quizá por mi lado perfeccionista (recrudecido por mi anacoretismo [no sé si la palabra exista]) no me permitía romper vasos. Pero lo que uno no se permite es, a fin de cuentas, lo que te acaba consumiendo. Nuestros miedos a veces son también el reflejo de antiguos fracasos marcados en una extraña memoria genética acumulada desde ADán Cro-Magnon y Eva Neanderthal.

Pero también creo que esos extraños temores infantiles se quedan pegados como cochambre hasta que, como tú hiciste, les rompemos su ... base :D Ojalá que el Señor nos otorgue la fuerza y la gracia de poder romper los vasos necesarios y entrar a una nueva cocina... o algo así.

Finalmente, ¿para qué juntar los fragmentos? Después de todo... era sólo cristal.

Acho dijo...

Siempre, desde chico, tuve esta creencia de que también las cosas tienen una vida y sufren. Por eso no podía tirar comida (y me ponía esto como excusa para comerme hasta el plato), deshacerme de juguetes/papeles/etc., romper cosas por el puro afán de romperlas. Estoy un poco grande para admitirlo, pero quizás todavía creo un poco en ello.

Pero si de miedos se trata, llevo un montón a cuestas: fracasar, revelar mis secretos más profundos, fracasar, mostrar mi abismo, fracasar, etc, etc.

Lastimosamente, librarse de ellos para mí no es tan fácil como romper un vaso. Pero por lo general me digo: no es para tanto, y después de decirme que nadie se murió por atravesar alguna de estas situaciones... pues, solamente se puede seguir adelante.

Saludos y mis pésames a los vasos que quedan.

Acho.